¡¡¡Vuelvo a llevar las tetas bien puestas!!! Esto es una novedad. Mala… Y buena a la vez. Mala porque es señal de que mi pequeñito se hace mayor y deja de depender tanto de mi. Buena porque mi vida empieza a normalizarse. Si es que ya no era lo suficientemente normal antes. Comenzamos el destete 🙁
Ser madre es jodido. Ser mamá es lo más. Lo más bonito que hay en este mundo. Pero ser madre, ser madre es tener que enfrentarte a tu vida cara a cara y tomar decisiones duras.
Hemos pasado los primeros 8 meses y medio juntos. Las 24 horas. Cada día. Cada minuto. Y ahora, me comienza un sentimiento de abandono. En abril empieza la guardería. Yo comienzo a encarrilar mi vida profesional. Todavía no he llorado, pero sé que lo voy a hacer. Mientas escribo esto soy más consciente, si cabe, de lo que se me avecina y se me llenan los ojos de lagrimas.
Comenzamos el destete diurno, sigo con servicios mínimos, con tiempo. Para que no sea ni para él ni para mi, un choque. Lo lleva mejor el que yo. Rápido me olvida por un poco de fruta con galletas rematado con un buen chupito de leche de avena bien fresquita (en Lanzarote estamos a 24 grados y como que a media mañana leche caliente no entra). En menos de una semana ya se había olvidado de mi. De mis chuchis. Con lo que hemos sido.
Ya solo me quiere con nocturnidad y alevosía. Lo he acostado todas las noches de su vida. Con chuchi. Y el día que no haya chuchi y me abandone por un bibis con cereales también lo acostaré yo. Ya me pelearé lo necesario por ello con el gran hombre.
Desde los dos meses a los cuatro, dormía toda la noche. De 20:00h/21:00h de la noche, hasta las 7:00/8:00h de la mañana. En la revisión de los 4 meses la enfermera preguntó cuántas veces comía por la noche. La miré de reojo y le dije: ninguna! Duerme toda la noche. Me echo un rapapolvos que me dejó (bueno, quiso) tiesa. Que había que despertarlo que tenía que comer, que si no los percentiles, y bla bla bla. Vi al niño, con sus ronchas en las piernas y pensé: esta tía esta loca? Que cree, qué va a morir de inanición!? Que duerma lo que quiera. Desde aquella noche empezó a despertarse cada 3 horas. ¡Cla-va-das!
Le duró lo que tardé en escribir la Posverdad de la Maternidad. A partir de esa misma noche duerme casi del tirón y se despierta una y rara vez, dos veces en toda la noche. No sé si es sugestión o qué, pero voy a hacer el siguiente llamamiento: Simón cariño, duerme toda la noche y nunca nunca nunca olvides que te quiero. Mucho. Hasta el infinito y más allá. Que vas a la guarde por tu bien. También por el mío. No me lo tengas en cuenta. Y quiéreme mucho. Como la trucha al trucho.
No quiero imaginar el primer día…
Dedicado al pescaíto que ha subido al cielo.