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La Posverdad de la Maternidad

Me bajo de la vida. Que si. La maternidad está llena de mentiras. Mentiras piadosas, mentiras hirientes, mentiras jodidas y mentiras que son muy verdad.

Cuando das a luz, tu vida (la vida de la reciente mamá) da un giro de 360º. Comienza una espiral de la que no volverás a bajar, como un hamster que sube a su rueda y ésta gira y gira y gira y gira… Pero bueno, es lo que buscabas ¿no? La vida del papá sigue igual, solo que de vez en cuando se sube y gira en la misma rueda. No os hagáis los ofendidos, es la pura verdad.

La maternidad acaba con la relación de pareja. La machaca. La hunde. La invisibiliza. Tu vida de amor, se esfuma. Tu casa ya no es tu hogar, es tierra hostil. Donde se suceden las batallas más mediocres, sinsentidos y absurdas que jamas te habrías imaginado: ¿¿¡¡pero dónde has dejado la muselina!!?? ¡Aaaaaahhhh! Que coño, hace 3 meses no sabias ni que coj* era ese trapo por el que ahora matarías.
Discusiones. Discusiones. Discusionesssssss. La maternidad es capaz de hundir hasta la relación más arraigada, segura y fuerte que haya sobre la faz de la tierra. Ahora entiendo por qué muchas parejas se separan al año, o incluso menos, de ser padres (primerizos claro, los que tienen más de un hijo -mutuo- y siguen juntos ¡son mis héroes!).

La vedad. Mi jornada matriarcal termina entre las 20:00h y las 21:00h. Cheeeeee! Un segundo. No pienses tan rápido que me quejo de vicio porque empezar, empieza a las 24:00h. Mi hijo ha resultado ser un cachondo que aunque por el día no “pide” comer si no que decido yo darle cada 3/4 horas más o menos, el decide que por la noche cada 3 horas clavadas tiene que comer. Cuando digo clavadas, son ¡cla-va-das! Todo depende de a qué hora me voy a dormir porque eco! Cuando mamá arriba a la habitación, el nene pide comer! Y cada 3 horas decide lo mismo. Cena a las 24:00h, poscena a las 3:00h, desayuna a las 6:00h y si no le apetece volver a la cuna, lo meto en cama y ahí se dejar ir a lo loco hasta las 8:30/9:00h. ¡Cla-va-das!

Cada vez que Simón pide chuchi por la noche y veo que el guardián duerme a moco tendido me dan ganas de meter los pies en hielo, esperar a que estén al borde de la hipotermia, sacarlos y metérselo en medio de la espalda y esperar… ¡¡Uy cari, te he despertado!! ¡¡¡¡Pues yo voy por la tercera chuchada!!!!! Dormimos juntos. Corrijo, en la misma cama…

Se cae el pelo. Mucho. Te quedas como un perro callejero mojado. Pero ahora que lo sufro sé que no es todo por las hormonas y la lactancia, es que mi hijo decide que para agarrarse hay que cogerse de mi pelo y como las manos vienen de la boca y están humedopegajosas funcionan como cinta americana: ¡¡todo se pega a ellas!! Le doy un beso, ¡zas! ¡Pelo! Lo cojo en brazos: ¡zas! ¡Pelo y pendientes! El pelo me cae un 30% motivado por la lactancia y otro 70% por tirones de Simón.

Y el colecho. Uuuuuuyyyy lo bonito que es. Cuanto más dura el colecho, más dura la cuarentena. Cuando eres madre dejas de hacer el amor (y ¡sexo!); pasas a hacer, y dejar que te hagan, chapuzas. Intentar hacer algo decente mientras un enano duerme a la par de tu cama noooooo funciona. Es más, desde que soy madre no se qué pasa, pero cada vez que entro en la habitación tropiezo con la pata de la cama y caigo en coma. ¡Es una cosa, chica!

Tengo que buscar guardería. Lo confieso: quiero y no quiero. A partir de los cinco meses y medio ha dado tal cambio, está tan pavero, tan majo, tan espabilado, que no quiero perderme ni un momento. Pero lo necesito. Como madre. Como persona. Como mujer.

De sobra sabes
Que eres lo primero
Que no miento si juro que darí­a
Por ti la vida entera, por ti la vida entera
Y sin embargo un rato cada dí­a
Ya ves
Me largaría a donde fuera
Me cambiaría por cualquiera

Y es que la conciliación familiar no existe. Ni dentro ni fuera de casa. El sistema laboral sigue sin ser consciente de la necesidad de tener horarios que permitan tener vida social. En casa, las mujeres seguimos siendo las que tenemos las riendas, control y organización en nuestras manos. Los hombres saben delegar muuuuuy bien. Deberíamos de aprender de ellos. Mucho. 

Palabras para los papás:

No quiero ser una superwoman. No quiero poder con todo. No quiero llevar todo de mi mano. No quiero renunciar a mi vida profesional por el cuidado de mi hijo.

Quiero que te involucres. Quiero que te subas a la rueda conmigo. Quiero te enfangues de todo lo que supone ser padre. No quiero un papá florero, quiero un papá cargado de amor, juegos, risas, educación y compañerismo hasta el tuétano.

 

Fin de La Posverdad de la Maternidad. Parte I.

1 comentario en “La Posverdad de la Maternidad”

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